No quiero convertir mis palabras en un discurso político, precisamente porque cada día estoy más convencido de que aquellos que hacen que nuestro mundo sea un lugar mejor son los individuos callados, que se vuelcan en su trabajo y que hacen bien su tarea sin pregonar sus logros a los cuatro vientos y no de aquellos que han convertido el “y tú más” el “estás equivocado y yo no” y la demagogia en su profesión.
Hablo de todo esto, porque hace tiempo que albergo la sensación de que el mundo está perdiendo la capacidad de empatía, que cada vez la gente se encierra más en sus dogmas y no es capaz de sacar lo positivo de los ajenos. El mundo se está polarizando y siento cierto vértigo al recordar los tiempos del telón de Acero y de las guerras civiles que poblaron Europa y nuestro país.
Es por este motivo por el que se hace tan necesario que desde las instituciones educativas promocionemos el trabajo en grupo, tanto por parte del alumnado como del profesorado.
Trabajar en grupo nos permite no sólo compartir ideas y puntos de vista, también nos obliga a aprender a ceder y respetar las opiniones ajenas y a buscar en el consenso un modo de enriquecimiento personal y humano. Decía Winston Churchill que “Un buen acuerdo es aquel que deja a todos medianamente descontentos” y ese punto de vista es el adecuado, si aprendemos a apreciar lo que hemos avanzado en nuestras metas en lugar de lamentarnos por lo no conseguido.
Reconozco que soy bastante individualista y me cuesta un verdadero esfuerzo realizar tareas compartidas, ya que éstas, me obligan a plegarme a ritmos, preceptos y tiempos a los que no estoy acostumbrado, pero todo ello siempre se ve compensado por el enriquecimiento que supone escuchar a los otros, vislumbrar enfoques y metodologías ajenos, descubrir nuevos libros, direcciones web, aplicaciones y programas, etc. Así que, a pesar de todo, no puedo negar que todas mis experiencias trabajando en grupo han sido muy positivas. ¿Qué habría sido del mundo sin la colaboración?
Las nuevas herramientas tecnológicas nos han permitido aumentar los cauces colaborativos. Los foros de debate, las redes sociales, las aulas virtuales, etc. Se han convertido lugares estupendos para el intercambio de opiniones, la reflexión, la ayuda en línea y el trabajo colaborativo. Desgraciadamente, precisamente como comentaba al principio, vivimos tiempos en los que la radicalidad y el pensamiento único empañan todos los logros de estas herramientas, y es que precisamente en la red y el mundo virtual es donde el supuesto anonimato se convierte en la puerta por donde se escapan todos nuestros demonios y damos rienda suelta a nuestros impulsos más primitivos.
Los trolls, los empecinados y los que aprovecha toda coyuntura para reivindicaciones personales y supuestamente sociales, usando malos modos y malos métodos abundan en las redes y con ellos; al igual que en el mundo real; se han tenido que crear figuras mediadoras que con educación, iniciativa y buen hacer, calman las aguas y las reconducen por los senderos adecuados. Hablo de administradores, moderadores, tutores y responsables de blog, que desgraciadamente en lugar de disfrutar del intercambio multicultural y multidisciplinar, a menudo sufren la dura tarea de hacer de “Bomberos”.
Me voy a centrar (es el objetivo final de todo lo dicho), en el papel de los tutores Virtuales en las tareas grupales y colaborativas, puesto que su papel va más allá de la mera vigilancia.
Un buen tutor debe:
- Formar parte activa del grupo ayudando a planificar y aportando ideas.
- Asegurarse de que hay armonía entre los integrantes y que la participación es equilibrada, animando a los menos activos a colaborar y exponer sus criterios.
- Articular los mecanismos necesarios para prevenir los conflictos y para su rápida resolución en caso de haberlos.
- Evaluar los resultados y exponer las conclusiones.
Y es que no solo los comportamientos incivilizados pueden llevar al traste un trabajo en grupo. La desorganización, la falta de iniciativa o el desánimo, pueden ser igual de lesivos. La colaboración lejos de basarse en único pensamiento debe centrarse en la diversidad y en la capacidad de acuerdo. Decía Sigmund Freud “Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos”. El tutor debe favorecer la participación de “todos” y el intercambio enriquecedor dando ejemplo e incentivando a los más apocados y a los vergonzosos, haciendo ver que la labor de cada uno es importante, que todos tenemos algo que aportar, que todos enriquecemos al conjunto. Y es que como decía Aristóteles “el todo es mayor que la suma de las partes”.
En fin, que si el trabajo en grupo a través de internet es un vehículo excelente para el aprendizaje, tanto de conocimientos, como de aptitudes sociales, que puede influir positivamente en cambiar las peligrosas tendencias a la falta de consenso de la actualidad, el papel del tutor en los engranajes que los hacen posible, es fundamental.
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