En la mayoría de las ocasiones, los alumnos que se incorporan a este fascinante mundo que es el diseño gráfico, han llegado a él siguiendo la estela de glamour que dejan a nuestro alrededor los incontables impactos visuales que conviven con nosotros en nuestro devenir cotidiano. Desde el graffiti , el cartel, el mupi, los folletos, los rótulos, Internet, hasta las sugerentes animaciones que nos ofrecen las cadenas televisivas entre la publicidad.
Buscan en el diseño una forma de expresión artística y personal, que les permite gracias a la difusión del medio perpetuar su punto de vista de las cosas y expresar la realidad del mundo en el que viven inmersos.
Y aunque todo esto es cierto, el verdadero descubrimiento de la esencia del diseño, llega con el conocimiento, con el aprendizaje de las normas tácitas, de los trucos y el lenguaje que subyacen bajo la aparente expresividad espontánea de aquello que les rodea, permitiendo a veces la perversión de estas normas con un conocimiento más profundo de lo que se hace.
Probablemente sea la tipografía, la que inicialmente se aborda con más desgana, y a su vez, la que al final atrapa con más fuerza, pues nos descubre que más allá del significado inmediato de las palabras hay todo un mundo de insinuaciones y sugerencias, donde el significante pasa a ser también significado, donde la polisemia enriquece aquello que nos ha convertido en seres capaces de trasmitir el conocimiento, de crear y construir sofisticadas máquinas, de contar historias, de ser humanos.
Os invito a conocer un poquito más a la tipografía y a sus protagonistas, en un viaje, que si bien es muy teórico permitirá al diseñador disponer de las armas para saber más profundamente lo que hace, qué puede significar y la reacción del lector.